miércoles, 26 de diciembre de 2012

Amor de Madre, Vanidad y Arte




Una sala grande y clara. Dos hombres cualquiera sentados en un banco plano de wpc, miran una pared vacía. Bueno no, hay una obra de arte en ella, minimalista, como la estancia toda. Una pequeña cámara se asoma con disimulo en una de las esquinas trasera.

(Tras un largo silencio, el hombre de la derecha pregunta:)

Derecha- ¿Por qué crean los artistas?

Izquierda- Por vanidad. (Responde enseguida el otro.)

D- ¿Por vanidad? ¿Así, sin matices, sin excepciones...?

I- A todos les mueve el ego, la vanidad.


Boceto para la serie de Mimos

D- ¿Me estás diciendo que no existe el artista sincero, el creador en estado puro?

I- ¡Ja, ja, ja, ja…!

D- Te ríes.

I- ¿Artista puro? ¿Como una monja alegre o un monarca sin medallas?

D- Vale, es cierto que no abundan los artistas puros, pero conozco a varios. En cuanto a las monjas, el altruismo es una fuente de felicidad, eso se sabe.

I- No existen. Ni lo uno ni lo otro. Te engañan.


Viñeta para "Amor de Madre (...)"


D- ¿Para ti entonces, no es real la necesidad de crear?

I- Por supuesto que sí, pero desde que te empeñas en mostrarla al público te delatas. ¡Vanidad!

D- Pero (Elevando algo la voz.) ¡de algo tiene que vivir el creador!

I- Como y como yo.

D- Pero nosotros no tenemos el talento artístico, la gracia, el don…

I- O no somos tan vanidosos como para intentar convencer al mundo de ello.


Fragmento de Taller


D- Yo no podría crear aunque quisiera. Sin embargo, disfruto de las creaciones de otros, de su genio. ¡Y les necesito!

I-  eres entonces el verdadero artista.

D- ¿Yo? No te burles…

I- Sí, , y otros cómo , que disfrutan del arte sin henchir su pecho. Que leen sin presumir de sus lecturas y crean sin enseñar sus creaciones. ¡Ustedes, nosotros!

D- ¿Y cómo vamos a disfrutar del arte nosotros, si ellos los artistas, dejan su obra en el arcón?

I- Elemental, esperando a que mueran.

D- Ah, y si con el cadáver del artista aun caliente tendido en el suelo, el casero va y tira el arcón al desguace, ¿qué haremos?

I- Sus hijos o amigos se encargarán de que eso no ocurra, y mostrarán al mundo su obra, si valiera.

D- ¡Pero…para entonces nosotros también habríamos muerto!

I- Nuestros hijos no, ellos deleitarán sus sentidos por nosotros. Mientras, nos deberemos contentar con la obra de las generaciones anteriores.


Fragmento de Taller


D- ¡El hombre pertenece a su tiempo, merece beber de su presente!

I- Tonterías. Precisamente, debemos beber de nuestro pasado. El presente está pringado de vanidad y de intereses. ¡Cómo separar el arte de la vulgaridad con tanto ruido y egos mediocres prostituyéndose por figurar!

D- La muerte no santifica; los difuntos antes estuvieron vivos. ¡Qué diferencia hay!

I- Pues... resulta más fácil seleccionar entre egos muertos, se están más quietos, silenciosos, y no se perfuman.

D- Absurdo, el arte no debe tener barreras, ni los artistas. Quiero a Bergman y a Borges, pero también a Spielberg y a Dan Brown; poco me importa si están en este mundo o en el de más allá.


El autor de Da Vinci Code. Sin vanidad.


I- ¿Quieres a Dan Brown? No me siento responsable de eso, pero es verdad, te lo concedo: también yo necesito beber del presente. Los artistas son unos vanidosos, todos, pero les requiero. ¿Satisfecho?

D- (Levantándose de su asiento.) ¡No! Si un creador es brillante y lo sabe, ¿qué sentido tiene no enseñar su obra al público? Es eso vanidad o generosidad. ¡Vamos, hombre!

I- (Aún sentado, mirando al frente.) Vanidad. Pura y cruda.

D- (Nervioso.) ¡Insistes!, y la lista de artistas geniales que vivieron en la miseria hasta su muerte, ¿también eran ellos unos vanidosos? ¡Dime!

I- Por supuesto, lo eran.

Boceto de la serie de Mimos


D- ¿¡Van Gogh y Gauguin eran unos vanidosos?!

I- En efecto.

D- ¿Migel Ángel, Virginia Woolf, Buster Keaton, Poe, Buñuel, Balzac, Miliki, una cuadrilla de medrosos?

I- Todos ellos perseguían la inmortalidad. Simple fatuidad, meros cazadores de gloria, ególatras. Es como el amor de madre.

D- ¿¿Cómo el amor de…?? ¡¡Estoy hablando en serio!! (Levantando la voz y los brazos, su cuerpo arqueado.)

I- Y yo. El amor de una madre no es amor, es vanidad, autoafirmación, afán de inmortalidad.

D- ¡Por Dios! ¿A qué viene esto? (Repentinamente agotado, como resignado.) 

I- Tu padre no te quería a ti, se quería a sí mismo proyectado en ti. ¡El amor de nuestros padres no es amor, es vanidad!

D- ¡Cielo santo! (Cerrando los ojos.)

I- Eso está por demostrar. 

D- ¡¡Basta, calla, calla, calla!! (Manos abiertas hacia el otro, como si se protegiera del viento.)

I- Pues no preguntes.

D- (…)



LezcanoJaén

La conversación aquí transcrita ha sido sacada de la grabación ilegal hecha en una de las salas de un importante Museo de Arte Moderno, en España, durante el verano de 2012.
La Dirección de este Blog no se hace responsable de las afirmaciones –o negaciones- de estos dos individuos.


Viñeta para "Amor de Madre (...)"


    ¿Todo es vanidad, como cantaba el bueno de Javier Krahe?








martes, 18 de diciembre de 2012

El Amigo Sebastián


Recién llegado de Flandes, don Sebastián.

Había servido con gusto al hiperactivo Fernando de Asutria, infante y cardenal a la fuerza. Gobernador de Milán, y de los Paises Bajos también. Hasta virrey de Cataluña era. 
En sus ratos libres ejercía de capitán de infantería en batallas de sangre y arena. 
No sorprendentemente, una úlcera acudió al rescate y le mató a los 32. Año 1641.

De leer y de imaginar, acaba uno por conocer. Y si a algunos se le 
aparece la Virgen, a mí se me presentan personajes como este. Sí, también Sebastián estuvo en mi taller. No es expansivo ni dicharachero como María, es lo que parece, un ser consciente de la gravedad del estado de los asuntos. 
Rara vez sonríe y sus palabras, escasas, rinden al máximo, sin adornos, verticales.




"Sebastián Morra hondamente enfrascado en la gravedad del estado de los asuntos"
De la serie Fricciones

"El bufón Don Sebastián Morra", 1645, Diego Velázquez


Recién llegado Sebastián al reino, quizás en 1642, Felipe IV lo 
emplazó al servicio del principito Baltasar Carlos. Le mantuvo, como si a él le importara, las monedas y raciones que recibía en Flandes.

Sin esfuerzo se ganó enseguida la confianza del príncipe 
adolescente, que no era mal chico. 
Sí, se volvió a encariñar Sebastián; esos ojillos.

"Sebastián"

Él, que mantenía húmedo el dolor por la temprana desaparición de Fernando, su anterior amo, recibió ahora un golpe mayor, la muerte de Baltasar a los 17, de viruelas.
“No me lo esperaba, era un joven sano y simpático, nos 
apoyábamos, eran tiempos difíciles...”


Nunca se figuró Sebastián que un príncipe apenas salido de su niñez pudiera pensar en testamentos, pero menos aun que un “ser deforme y mínimo como yo, pudiera tener cabida en él."

"Retrato Serio"

Sebastián recibió solemnemente un juego de espadines, daga y cuchillo. “¡Que se lo queden, no quiero cosas, sólo pan y personas…!”  me dijo con malhumor, manteniendo su pose intacta, en un desnudo magro y varonil.

Te queremos, Sebastián.













LezcanoJaén

domingo, 2 de diciembre de 2012

La madre Jerónima, Velázquez y a Dios rogando.





Un Diego Rodríguez de Silva Velázquez de 21 años, sometido a tediosos encargos eclesiásticos, retrató sin piedad en 1620 -como hiciera 30 años después con Inocencio X- a la venerable clarisa semidescalza, la muy señuda Madre Jerónima de la Fuente.

"A Dios rogando", desde Velázquez, de la serie Fricciones
La mirada suave, comparada con la terrible tensión de las manos,
que aprietan fuerte una biblia y un mango sin cruz.
En su lugar, pedacitos de civilización hecha pedazos.
Los soles lo iluminan todo, en vano.


Llevaba la señora 65 años encerrada en ese cuerpecillo amarillento al que no bañaba nunca el sol, pues andaba ella de convento en convento, ora que te ora a susurro limpio pues, como dice una de las inscripciones del cuadro original,“es bueno esperar en silencio la salvación de Dios” o más abajo, “en su gloria (la del crucificado) está mi verdadera satisfacción”.
Pobre mujer, se entiende esa carita.


La Venerable Madre Jerónima de La Fuente"
1620, 160x110 cms, Diego Velázquez 


Terminado el cuadro, partiría Jerónima al lejano extremo oriental del flamante Imperio Español, las Filipinas, a absorber el seso a los pobres negritos -término acuñado por aquellos intrépidos españoles, ladrones de suelo y de vida- indígenas ignorantes de “la verdadera satisfacción” que les traía la Venerable.

En 1650, Don Diego volvía a trasladar la frustración religiosa al lienzo, en el rostro de un papa. Aquí les muestro mi humilde versión:


"Órgano Papal", desde Velázquez, de la serie Fricciones
¿Qué hizo Inocencio con sus ropajes?
Sus manos delatan más placeres que contrición.

Fragmento del Inocencio X



LezcanoJaén